domingo, 18 de noviembre de 2007

Por si decido estar solo

Te mostré mi interior
y cerré los ojos
y me temblaron las manos
y me fui volviendo dulce
y se acabó lo amargo.
Te hablé de lo mío
y me acerqué al mundo
y desperté de ser niño
y empezé a ser adulto.
Te conté mis problemas
y te dejé ayudarme
y lloré amargamente
y traté de ayudarte
y dejé de ser cobarde
y cambié mis odios
y volví a hablar con la gente
y vivía contento
y te hablé con verdad
y creo que era felicidad
cuando contigo hablaba.

Y una piedrita
cayó de lo alto
y rompió mi castillo
de naipes construido.

Y cerré mi interior
y abrí los ojos
y escupí lo dulce
y fui amargo
y ya no hablé de lo mío
y me alejé del mundo
y maté al niño
y me volví inmundo
y no te dejé ayudarme
y no quise ayudarte
y tapé mis lágrimas
y fui cobarde
y recuperé mis odios
y no hablé con nadie
y fui infeliz
y me calmo la mentira
y me oculté del presente
y olvidé mi pasado
y se cayeron los párpados
para no creer en futuros
y se juntaron los dientes
y los secos labios
y se cayó el cabello
y se frució el ceño
y se pusieron firmes las manos
y se cerró el pecho
y usé más ropa
y se formaron arrugas
y una larga joroba
y desconfié de las piedras
y también de lo alto
y quemé los naipes
y cambié los castillos
y volví a las cuevas
solo, perdido.

Y te vi pasar
y seguías igual
con los ojos profundos
y la sonrisa tibia
y la palabra precisa
y un ardor por lo justo
y los brazos abiertos
queriendo ayudarme
y el espíritu dispuesto
y un amor desbordante
y parada en mi cueva
rogando que vuelva
buscas ser mi amiga
y sigues llamando
pero al ver mi odio
y ver tu dulzura
decidí ignorarte
pues,
te hará mal mi amargura.

Rodrigo Mora Cárcamo ©

viernes, 16 de noviembre de 2007

Alas mordidas


Abrir las alas,
sentir el viento,
rozar el agua
y llegar al cielo.

Romper las nubes,
seguir al sol,
volar muy alto
y ver a Dios.

Estaba en mí,
y no quise verlo,
tenía miedo
de salir de ahí.

Tantas lluvias
hicieron mis ojos
cuando vi a otros,
poder volar.
Tanto tiempo
esperé ahí solo
hasta que tu alma pura,
me quiso ayudar.

Profundos ojos
y suaves manos,
labios muy rojos
que solo saben dar.
Tus palabras blancas,
tu amor constante,
derrotaron al infame,
y le enseñaron a amar.

Pero el infame,
volvió a su isla,
mordió sus alas
y tapó su vista.

No mirar al cielo,
dudar del viento,
alejarse del agua
y cerrar las alas.
Mirar de lejos las nubes,
llorar al sol,
escoger el suelo
y vivir sin Dios.

Rodrigo Mora Cárcamo ©